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Un Recorrido Turisfilosófico por la película “La La Land”

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*Sonia Uberetagoyena Loredo

La película “La La Land”, es una gran invitación a cantarle a la tierra, a la vida, a pesar de que no siempre nos quedamos con lo que deseamos.

Al inicio de la película musical, es imposible sentir una cierta desilusión porque, para algunos el talento en el canto y el baile, debería exponerse en otro ambiente, que no fuera la pantalla grande. No obstante, el nombre de Mia, quien aspira a ser actriz, alude a “sentir a una, muy de alguno”. Es ahí, donde es posible encontrar el drama del argumento de “La La Land”.

Es en el argumento, donde posiblemente se localiza el encuentro difícil de descubrir el “verdadero amor”. Sebastián, ese hombre, encerrado en casa, frustrado porque ya no se produce jazz clásico, libre, reclama el rescate la libertad, en la construcción de armonía, para improvisar, como lo hacía Johann Sebastian Bach. De ahí, tal vez, el nombre del enamorado de Mia.

La construcción espontánea de la armonía, del arte, que estimula la sensibilidad y su consecuente reflexión estética, no sólo persigue el entretener en esta actualidad prevaleciente al 2017, sino despertar al cerebro, mediante el conocimiento sensorial, sobre todo lo que rodea al ser humano, sea pobre, rico, inculto, analfabeta, etc.

Esta historia de amor, despierta el misterio de algo muy superior al ser humano, que le hace cambiar, como ocurrió con Mia y con Sebastián, cuya relación antes de su encuentro, no fue precisamente de paz y entendimiento entre estas dos personas.

Eso vino después, cuando la transformación de la armonía musical y el contar de una historia, en una especie de unión humana, condujo a esa concordia de los enamorados, sintiendo que ya no pueden vivir solos, el uno sin el otro. Ahora su sentido humano, los requiere muy cerca, en una unidad imposible.

Contar una historia, a través de la música del pianista o del lenguaje de una actriz solitaria, los lleva a la “poca importancia de lo que se dice”, sino el “cómo se dice”, expresado en la conducta de Sebastián, a quien no le interesa, al inicio, lo que piensen de su ejecución musical y que transmite a Mia, pero que la necesidad de subsistencia, le hace aceptar esa gira que terminará con el amor entre su Mia y él.

Su amor, como todos los amores, entre las parejas es siempre una improvisación, es creatividad, entre solistas, como Mia y Sebastián, que se arreglan en una historia no escrita, ni con un final para siempre. Sin embargo, el arreglo, al igual que los arreglos musicales, es para siempre una conexión infinita, libres para volver a improvisar sus propias vidas.

Seguramente, para nadie pasa inadvertido el corte abrupto en la narración de la película, lo que a decir de Aristóteles, le concede el principio fundamental de la tragedia, al dejar inconexos, como deja inconexa la historia individual que seguirán Mia y Sebastián, que parece anular la coherencia en la historia, que omite sucesos imprescindibles, en el nudo de la ficción, dejando enormes expectativas en el observador y, cuyo desenlace no resuelve el conflicto de los enamorados, de permanecer juntos.

Sebastián ve a Mia entre los numerosos presentes en su espectáculo. Él, claramente débil, toca su tema de amor (“Epilogue”). Mia no puede dejar de producir una historia diferente, en la que Sebastián es su esposo y padre de su hijo, a partir de los hermosos recuerdos de amor, que ellos habían forjado, en esa vivencia, inmensa e intensa del amor. Mia ya es una actriz famosa y casada con otro hombre, con quien tiene una hija.

¡Una fantasía o ¿realidad?, de lo que pudo haber sido y, no fue!

El epílogo, los últimos acontecimientos de la historia, no es la salida de Mia con su marido, del bar, pues se deja una cierta apertura, con esa sonrisa y con esa mirada, que se obsequian al encontrarse, después de cinco años, en el bar de jazz “Seb’s”, cuyo logotipo, había sido diseñado por ella misma.

¿Alegría, tristeza o complicidad?

Es el encuentro de Sebastián, en el club anhelado por él, con Mia, quien había vivido siempre en sus recuerdos y, quien también altera el ánimo de él, lo que conduce al observador a abstraer una historia de amor, ¡juntos para siempre!, siendo Mia “por siempre de Sebastián”, en ese amor que les obsequió la Ciudad de los Ángeles y que terminó quitándoselo, dejando a los espectadores con un hoyo en el alma.

Es posible que la reflexión que deja la historia de amor, entre Mia y Sebastián, es la consideración de atender, comprender y aceptar, la amarga reflexión y realidad, acerca de la vida misma y sus prioridades, para pensar que ciertas decisiones, dirigen y apartan a lugares que no fueron aquellos que se anhelaron.

Quizá la reflexión que deja la historia de amor, entre Mia y Sebastián, es la consideración de comprender la penosa reflexión acerca de la vida misma, para pensar que ciertas decisiones, si conducen al logro del proyecto personal, pero no al proyecto conjunto, por lo menos … no al lado del amor anhelado.

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