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Un Recorrido Turisfilosófico por la historia “En ésta vida, ¡todo es posible!”

Autora: Investigación, dirección, producción y edición de Sonia Uberetagoyena Loredo

A Sir Odra,…, a quien hay que felicitar por su retorno y a quien hay que agradecer la vehemente demostración, de que en ésta vida, ¡todo es posible!

En éste largo transcurrir de los días, sin que se vislumbrase un retorno feliz, la sensación era confusa, era una mezcla de emociones, cuyo fundamento no era la realidad, sino la subjetividad, mezclada con síntomas de enfermedad, que llenaba el estómago de “rarezas”.

Esas “rarezas”, son extrañas, como sentirse feliz, sin tener un motivo para estarlo, es sentir la imperiosa necesidad de construir palabras, frases, oraciones, cuentos, versos, novelas, teniendo un inmenso guion, sin pensamientos, pero muy lleno de sentimientos. Hoy, la felicidad embarga una vida ajena, porque logró salvarse de una loca realidad, que no le correspondía, pero que lamentablemente ocurre todos los días, en una ciudad,… en un mundo, que da miedo vivirlo. Es de ésta ciudad, es de este mundo,… del que hay que hablar, en otra ocasión, por ser tan “rico” en lamentables sucesos, que hace décadas, hubiesen sido motivo de un cuento o novela, de ciencia ficción.

Hoy se cree, se sabe, que hace algunas decenios,… el mundo era diferente, no porque no ocurriesen sucesos de secuestro, asalto, asesinato, trata de blancas; tráfico de personas, órganos, armas, diamantes, de… todo aquello que le está ocurriendo a la humanidad, sino porque en la vida cotidiana no existían estadísticas tan alarmantes, desde los círculos más ricos, hasta de los más miserables. Todos los seres humanos pueden ser, en un momento dado, un botín adecuado, un buen negocio, para cualquiera. ¡Se admite… que el mundo… era menos peligroso!

Si antes, sin motivos, la vida daba miedo vivirla. Hoy,… da más miedo, pero también da pie, para aspirar a que la excepción, se vuelva la regla, para que ciertos grupos, en medio de sus necesidades, móviles y naturaleza, corrijan el rumbo, porque la vida de una víctima, nunca representa gratificación alguna, sean cual sean sus expectativas, para que la dejen partir, viva,… sin daño alguno. Es indiscutible que ello no es del todo posible, porque con seguridad habrá dos formas polarizadas de reaccionar por parte del que no es víctima: Una de total desconfianza, en absoluta oposición a la otra,… la de la brutal confianza al transitar por la existencia, haciéndose de riqueza.

Agradézcase a la vida, a saber qué fuerzas, el milagro de lo acontecido, Agradézcase el ¡craso error!

Es en situaciones como éstas, dónde hay que detenerse largos instantes para volver nuevamente a las palabras, de aquellos instantes, cuando alguien es apresado por la impiedad, y afirmar que: la experiencia, conlleva la conclusión, de que… en ésta vida, ¡todo es posible!,… ¡bueno y malo!… ¡De verdad,… todo es posible!… De verdad que esta historia, aún no relatada, seguramente significó el recuerdo, el recorrido de todo lo vivido, por varias personas juntas, ¡y no sólo por una! … durante 36 horas,… lo que evidentemente dio pie, a mil elucubraciones, sobre las que se montaron mil explicaciones, ninguna cierta, ¡¿o a la mejor si!?… y… también, de mil estrategias que adoptar, sin experiencias previas, ¡afortunadamente!, pero con aquel ingrediente maligno,… la ¡incertidumbre!

¡La maldita incertidumbre!, con la que hoy se juega todos los días, armando y deformando la vida de los que, generalmente, no hacen una mala tarea, con la pasta maleable, con la que si se desea, es posible deformar muñecos. ¡Que sublime es transitar de la incertidumbre, a un escenario menos incierto, en un mundo podrido, que deja menos inalterada la vida de la “gente común”!, a lo cual habría que agregar que el término “gente común”, no adolece de una valoración ética, sino todo lo contrario, la “gente común”, la que mayoritariamente habita el planeta, es la que hace la historia. De ahí su enorme importancia y su excesivo atractivo.

Quien se consterne, con la infortunada historia de secuestro, de un joven de 18 años de edad, ¡hermanados con todo aquello que es injusto! y con aquello que podría ser ¡una historia posible para todos!, actualmente, considerará que ésta historia, es un evidencia lamentable, de lo que ocurre en estos tiempos, ¡pero también, la posible felicidad de ser real!

Seguramente, para quien lo vivió o lo haya vivido, dejara una huella indeleble para el resto de los días que le queden por vivir, a quienes se les desea, extrapolar la experiencia, agradeciendo ser de los pocos favorecidos, con un resultado feliz. Cualquiera, ignorante o acompañante, en la distancia y el tiempo, de éste episodio, que duró 36 horas, podrá experimentar la sensación de un final feliz, con un resultado inesperado.

Es quizá lo inusitado, entre lo deseado, lo esperado y logrado, lo que hace imperioso, casi en el día a día, el escribir aquello, cuya débil línea divisoria entre la ficción y la realidad, por demás caprichosa, el… construir palabras, frases, oraciones, cuentos, versos, novelas, con un guion inmenso, careciendo de previos pensamientos, ante el infortunio, pero muy lleno de sentimientos.

Es posible, que con un resultado inesperadamente afortunado, se sienta una especie de fiebre, de enfermedad, de amor ¿por qué o por quién?, ¡ojala que de la vida!,… en una mezcla de emociones,… que llena el estómago de “rarezas”,… como la esperanza, de ver regresar a Sir Odra, a quien no se le vio durante esas horas, pero a quien se le orientaba con el alma, para liberarse.

Sin saber cómo, el ambiente se invadió de algo de esperanza, de una cierta certeza, de que la vida, siempre “incierta”, devuelva aquello, que en algún momento ha arrebatado sin piedad. Es difícil no equivocarse, pero no hubo equívoco en el caso de Sir Odra, en ese presagio y aspiración, a lo largo de esas 36 horas, de ¡que llegase por su propio pie!

El júbilo, de enterarse de la llegada de Sir Odra, ese día, por la noche y por su propio pie, seguramente será un día emblemático para él, su familia y para el narrador breve, a quien se agradece haber comunicado ese desgraciado acontecimiento, porque con ello refrescó el repudio hacia este tipo de vicisitudes.

Vicisitudes, que colocaron a Sir Odra, presa del forcejeo, de gritos, de pánico, de impotencia, de saber que se lo llevaban en ese vehículo oscuro, con las oscuras intenciones de su secuestro, en medio de vecinos samaritanos, de sospechas y desconfianzas de todo y de todos, fundamentalmente de aquellos, que resultaban presuntos responsables, quizá… en el pánico,… ¿hasta de los samaritanos?, generando el vértigo de la desconfianza, la incertidumbre, la… desesperanza, ¡para sí mismo!

Pocas son las cosas prodigiosas, como lo es un hijo. Pero más maravilloso es… verlo retornar…, después de esa experiencia,… ¡íntegro! Experiencia, por demás grata,… que seguramente ha convertido a Sir Odra, en un ser diferente, en un hombre amante de la lealtad y de la razón, intuitivo e inspirado, para apreciar las profundidades del ser y de las cosas, amante de lo que se siente y de lo que se presiente, crecido a punta de maldad, a una velocidad incontenible, respecto de su inmensa e intensa juventud.

El deseo, desde lo más profundo del corazón, para Sir Odra, “el sometido”, el que partió involuntariamente ese amanecer, es que acomode rápidamente las piezas de su alma y, marche con paso firme, a lo que sigue, pues él es, la vehemente demostración de que en ésta vida, ¡todo es posible!

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