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La Revolución Industrial

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Autora

Investigación y producción de

*Sonia Uberetagoyena Loredo

La Revolución Industrial que inició en Inglaterra en 1750, gracias a la gran cantidad de inventos, como la aplicación de la fuerza de vapor a diversas maquinas, el mejoramiento en los métodos agrícolas y los grandes cambios técnicos en las industrias textil y metalúrgica, transformaron la economía de Inglaterra y otras naciones europeas, de países agrícolas y artesanales a industrializados, que dominaron el mercado mundial.

La transformación económica implicó también la transformación social y urbana, ya que en el año 1700, la mayor parte de la población europea se dedicaba a las labores del campo, siendo la tierra la mayor fuente de riqueza, para los aristócratas, comerciantes y funcionarios enriquecidos, que arrendaban pequeñas porciones de sus grandes propiedades a familias de campesinos.

Desde el siglo XV, algunos grandes terratenientes habían conseguido autorización del gobierno para cercar sus propiedades, lo cual aquejó a los pequeños agricultores, que poco a poco se fueron quedando sin tierras. Además, los terratenientes desecaron pantanos, construyeron canales y establos higiénicos para los animales, que les redundó en magníficas ganancias. En cambio, los pequeños agricultores que se beneficiaban con las tierras comunales se quedaron sin sustento y los pequeños propietarios que no pudieron pagar los gastos legales de cercamiento se arruinaron Muchos de estos campesinos desposeídos se vieron obligados a emigrar a las ciudades manufactureras, en busca de trabajo, despoblando casi por completo algunas regiones, como las tierras de Escocia.

Con ello, se produjo un cambio de estructura en los grupos y clases sociales

El aumento notable de la población en Europa continental y en la propia Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVIII, produjo una mayor demanda de lana, industria muy importante para la economía del país, que propició que a mitad de ese Siglo, el Gobierno prohibiese la emigración al extranjero de los obreros especializados, la exportación de lana cruda, la importación de paños e indujo a la población a vestirse sólo con productos del país. La prosperidad de la industria textil estimuló la exploración de mejores métodos de producción.

El significativo incremento de la población se debió no tanto al aumento de los nacimientos, sino al gran descenso de la tasa de mortalidad, por lo cual abundó la mano de obra barata para las manufacturas y creció la demanda de sus productos.

El gran cambio industrial derivó de la aplicación de la energía mecánica a la industria y los transportes

Dos máquinas inventadas en el siglo XIX, revolucionarían nuevamente la industria y los transportes: la dínamo, construida por Faraday para producir electricidad (1832) y el motor de combustión interna, inventado por el ingeniero Nicolás Otto (1876), a lo que se aunó, a finales del siglo, el uso del petróleo como combustible del motor de explosión interna, haciéndose posible inventos y uso del automóvil, el avión y otros transportes.

Los cambios económicos de la Revolución Industrial, transformaron la estructura de la sociedad

La instalación de máquinas exigió la construcción de edificios especiales para producir, es decir, de fábricas, que se fueron concentrando en ciertos espacios geográficos, convertidas en ciudades, a las que fueron emigrando población rural dando lugar a una urbanización intensa y con grandes asentamientos de hogares, por ser lugares de trabajo de artesanos especializados, en talleres y manufacturas.

La consecuencia fue que las clases socioeconómicas, bien definidas del siglo XVII (terratenientes, campesinos, artesanos y comerciantes), se convirtieron en un número creciente de industriales, banqueros, comerciantes en grande y, en forma notable, la de una multitud de obreros que trabajaban en las industrias.

Las condiciones de trabajo de esta nueva clase social, la de los obreros, eran pésimas.  El bajo salario y el horario eran fijados por el patrón, cuya jornada de trabajo podía durar hasta de 16 horas diarias.

Los movimientos obreros organizados dieron como resultado diversas leyes de protección a las mujeres y niños, que se empleaban como trabajadores en Inglaterra y Francia, antes de 1850. Desde ese año hasta 1914, periodo que concuerda con el gran desarrollo del capitalismo industrial, se fundaron en Inglaterra los primeros sindicatos de obreros calificados; la Asociación Internacional de Trabajadores reconocida legalmente en 1871 y el reconocimiento de sindicatos de los obreros no calificados en 1889, que demandaron del gobierno, el establecimiento de un salario mínimo y una jornada de trabajo de 8 horas; después de sufrir persecución y represión.

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Referencias

Ashton, T. (1996). La revolución industrial, 1760-1830. México: FCE.

Baldó, L. (1993). La revolución industrial. Madrid: Síntesis.

Crouzet, Maurice (1969). Historia general de las civilizaciones: El siglo XIX, Tomo VI. Ediciones destino.

Hobsbawn, E., (1987). Las revoluciones burguesas. Barcelona: Labor/Punto Omega.

Navarro, Pérez, Salvat, M.C, Francesc, Alicia (2004). El siglo XIX en Europa y Norteamérica. Salvat.

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