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La extinción del mercado laboral y la contrarevolución desde arriba

*Investigación y producción de Sonia Uberetagoyena Loredo

El ser humano es un ser que busca como mantener su existencia, para lo cual requiere alimentarse, resguardarse del medio ambiente, ponerse a salvaguarda del peligro.

Es un ser que coloca, al igual que cualquier ser viviente, el máximo valor en la preservación de su vida. Dicho valor, como máximo derecho humano, requiere de los medios de subsistencia necesarios para salvaguardarla, satisfaciendo sus diversas necesidades.

Las necesidades humanas no se restringen a aquellas que buscan el equilibrio del cuerpo y sus funciones corporales, las fisiológicas, como respirar, beber agua, dormir, tener salud, comer, sin cuya satisfacción no se puede ascender en la escala de la pirámide diseñada por el Dr. Abraham Maslow, sociólogo humanista.

A estas le siguen las necesidades de búsqueda de seguridad y protección, que se satisfacen con un estado de orden, estabilidad y resguardo, empleo, ingresos y recursos, seguridad contra lo desconocido, así como propiedad personal.

En el siguiente peldaño de las necesidades de la pirámide se encuentran las sociales, relativas a la interacción del individuo con las demás personas, que motivan la amistad, el afecto, el amor, el sentido de pertenecer a un grupo, la cultura. Con estas se relacionan las de autorrealización, cuyos ideales son las que más varían de un individuo a otro, en términos de los resultados a los que se aspira, como el desarrollo del talento, la expresión de ideas y conocimientos, el arte o crecer y obtener logros personales, para dejar huella de su paso en este mundo, realizando su propia obra.

Para satisfacer estas necesidades, el ser humano requiere oportunidades, cubriendo en primer término, las fisiológicas y las de protección, para lo cual requiere contar con ingresos que deriven de su actividad económica y para lo cual es indispensable, en el sistema de mercado prevaleciente, trabajar, ofertando y demandándole un empleo en el mercado laboral.

La pregunta es si existen las oportunidades en los ámbitos político, económico y social que permitan a los seres humanos la satisfacción de sus necesidades, que diferentes teóricos juzgan necesarios para el crecimiento y el desarrollo. La respuesta no es sencilla, porque las oportunidades en un mundo complejo, con cambios numerosos y vertiginosos, requiere calificar, cuantitativa y cuantitativamente la existencia de estas.

Las estructuras sociales en el mundo actual se constituyen por unidades institucionales que se agrupan para formar cinco sectores institucionales que residen por más de un año en un espacio geográfico (territorio) en la economía, mutuamente excluyentes, que realizan transacciones. Estos sectores son las Sociedades no financieras; las Sociedades financieras; las Unidades del gobierno, incluidos los fondos de seguridad social; las Instituciones sin fines de lucro al servicio de los Hogares (ISFLSH) y los Hogares, que constituyen la economía total y que a su vez se tipifican en dos grandes tipos de unidades o sujetos de las transacciones, los hogares y las entidades jurídicas, según el Sistema de Cuentas Nacionales [SCN. ONU. 2008].

La característica definitoria de una unidad institucional o económica es su capacidad de realizar la gama completa de transacciones, de poseer activos y de contraer pasivos en su propio nombre. En la práctica, algunas unidades institucionales controlan a otras, y en esos casos la autonomía de decisión no es total y puede variar con el tiempo [ONU].

Las transacciones que realizan las unidades institucionales, se inscriben en los procesos de producción, distribución, acumulación y financiamiento y se relacionan con la generación, distribución, redistribución y utilización del ingreso, generando la riqueza de los hogares y, por ende, de cada sector institucional, excluyente uno de otro.

En el proceso productivo se utilizan bienes y servicios, que al ser transformados, adquieren un valor superior al inicial, al cual se le denomina Valor Agregado. Esta diferencia en el valor también se llama Producto Interno Bruto (PIB o PBI), siendo uno de los indicadores más importantes para evaluar la actividad económica, de un sector o de toda la economía. Este Valor Agregado también puede calcularse sumando la remuneración a los empleados, los gastos de depreciación o desgaste para reemplazar las construcciones, maquinaria y equipos que utilizan las diversas ramas económicas en sus actividades productivas, el excedente de explotación (pagos a la mano de obra de no asalariados, intereses, regalías, utilidades y remuneraciones a los empresarios) y los impuestos indirectos, deducidos los subsidios, que concede el gobierno [El ABC de las Cuentas Nacionales. INEGI. 1985].

Las oportunidades para posibilitar la subsistencia humana, tienen como prerrequisito el trabajo, actividad del ser humano que viabiliza obtener un ingreso en los mercados, sea financiero o de capitales, de bienes y servicios, laboral, del que se excluye la producción de servicios personales y domésticos por miembros de los hogares para su autoconsumo final, pues si todas las personas dedicadas a esas actividades se convirtieran en auto empleados, el desempleo sería, por definición, virtualmente imposible.

La imposibilidad de desempleo es irreal, dadas las cifras de población mundial al 2016 de 7.432.663.000 personas, de las cuales más del 60% son población económicamente activa (PEA); 199.400.000 están desempleadas y se verán incrementadas en aproximadamente 1,1 millones para el 2017; más del 65% de la PEA de los países en desarrollo y emergentes, trabajan en el sector informal. La falta de empleos decentes hace que las personas recurran al empleo informal [y más], caracterizado por baja productividad, bajos salarios y ninguna protección social [OIT. Perspectivas sociales y del empleo en el mundo. Tendencias 2016].

De algún modo, el mundo está transitando por un cambio de estructuras sociales, por una ofensiva política que tiende a destruir los efectos de las revoluciones anteriores. Se trata de una contrarevolución desde arriba, en el que el mercado laboral se encuentra en proceso de extinción, lo que se ha traducido en 1.300 millones de pobres en el mundo [estimaciones del Banco Mundial], que los coloca en situación de no acceso a los recursos básicos: trabajo, alimentos, vivienda.

La gravedad en la insatisfacción de las necesidades fisiológicas se ilustran al considerar que en el mundo actual, las hambrunas y el hambre crónica matan al 2 o 3% de la población de un país o región y que el 60% de la población mundial sufre desnutrición, a consecuencia de la pobreza extrema en la que se ahogan fundamentalmente los países del sur [InspirAction, organización sin fines de lucro. España] .

De lo dramático de estas cifras, se desprende la importancia del mercado laboral y su fortalecimiento, pilar de los otros mercados y sin el cual, se da la imperfección, inestabilidad o crisis, como la gran recesión planetaria que se vive al día de hoy. El trabajo hace que el ser humano se vaya convirtiendo lentamente en un ser más complejo, con aprendizaje, historia, capacidades, riqueza, etc., con riqueza intelectual e incluso social, pues las oportunidades de interactuar con otras personas, de conocer más sobre la actividad que realiza, de sentirse útil, de descubrir capacidades y habilidades que no conocía, le da la oportunidad de decidir sobre su vida, de tener un porvenir y planear el futuro. Así la complejidad adquirida por el ser humano en el trabajo, se transmite al sistema económico de manera favorable.

El trabajo es un derecho humano social y por tanto una responsabilidad de los sectores económicos, a saber, de las sociedades no financieras, las sociedades financieras y de las unidades del gobierno; excluidas las instituciones sin fines de lucro al servicio de los hogares (ISFLSH) por su propia naturaleza y los hogares, dado que estos últimos se integran por los propietarios de los factores productivos clásicos: el trabajo, el capital y los recursos naturales, cuyas remuneraciones por participar en el proceso económico son los salarios, las ganancias o utilidades y las rentas, respectivamente.

El trabajo como derecho humano, requiere cuantía y calidad. Cuantía por la oferta creciente del número de personas en edad de trabajar, por los egresados de los diferentes niveles educativos y más, es decir, por la oferta de trabajo no calificado, calificado y del denominado “capital humano”. Calidad para que el tipo y remuneración al que se emplea, coincida con su perfil de formación y para que no se vulneren las prestaciones (por ejemplo, las vacaciones, licencias, atención de la salud), la posibilidad de asociarse, de contar con las condiciones de salubridad en el ámbito físico en que labora, etc., lo cual requiere de políticas públicas emanadas de la planeación y no de las libres fuerzas del mercado, proceso al que corresponde juzgar si tales fuerzas, la oferta y la demanda, están ajustadas, es decir, si la oferta está en correspondencia con la demanda y viceversa, todo ello bajo la óptica de una imagen objetivo en la visión de los gobiernos, para después actuar en consecuencia.

El mercado laboral, en México y el mundo, no puede ser analizado de manera descontextualizada. Su análisis requiere ubicar el desenvolvimiento económico y social de la actualidad, en lo demográfico, medioambiental, tecnológico, de desarrollo financiero e industrial, de la problemática agrícola y alimentaria, …, etc.

En especial, la aplicación de la tecnología, requiere una reflexión ética respecto de su uso indiscriminado. Su utilización en tareas simples que sustituyen a personas empleadas con bajos costos laborales por tecnologías, cuando su naturaleza es coadyuvante en la creación de círculos virtuosos, es económicamente negativa y ofensiva al derecho humano, a la subsistencia, al trabajo y al ingreso. Su uso en tareas complejas, de alta envergadura y de altos costos es viable económicamente hablando, pero desde el punto de vista social, su aplicación requiere el establecimiento de cuotas de empleo, para los sectores económicos de las sociedades no financieras, las sociedades financieras y unidades del gobierno.

Esta necesidad de las cuotas de empleo, se vuelve más urgente al considerar la crisis de la deuda soberana de los países, la inflación, la devaluación, la volatilidad de los flujos de capital, la perseverante perturbación de los mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, que afectan a las empresas y desincentivan las inversiones (en la actualidad) [Raymond Torres, Director del Departamento de Investigación de la OIT], posibilitadas por la drástica disminución de los precios de las materias primas. “Es necesario emprender una acción urgente para estimular las oportunidades de trabajo decente, o corremos el riesgo de que se intensifiquen las tensiones sociales” [Guy Ryder, Director General de la OIT]. “Se requiere viabilizar la implementación exitosa de la recién adoptada Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible” [Ryder].

Así, ante la pregunta de si existen las oportunidades para la satisfacción de las necesidades, habría que decir que México y el mundo, se encuentran sumergidos en una escasez aguda de ellas, cuando de estas oportunidades depende la forma de vida de los individuos. Una sociedad, para generar oportunidades, requiere poseer un aparato productivo amplio, diversificado y vigoroso, para reflejarse en sus resultados, la producción y los ingresos, bien nutridos por los pagos que provienen del resto del mundo, como son las remuneraciones a los asalariados, los pagos a la propiedad (intereses, regalías, rentas, dividendos y similares) y transferencias corrientes (donativos y ayudas).

De ahí que la meta de crecimiento económico de las sociedades no puede aislarse de la del desarrollo económico, entendido como la elevación del nivel de bienestar de la población, dependiente de la distribución del ingreso y la riqueza, so pena de generar inestabilidad o crisis del sistema económico.

Es necesario generar empleo estable, pues este es un mecanismo de defensa contra el proceso económico inestable, la crisis, la recesión. De contarse con esta voluntad y lograrse, se posibilita la satisfacción de las necesidades fisiológicas de alimentación, de salud, entre otras y, en alguna medida, la de seguridad del individuo, segundo peldaño de la Pirámide de Maslow, y por ende, la seguridad y estabilidad social.

Así, la reflexión, sobre la necesaria y saludable correspondencia entre las estructuras sociales y productivas, con los deseables resultados de variables agregadas, es decir, del crecimiento y su impacto positivo en el desarrollo económico, en el bienestar de la población por entero, es hoy más que nunca, necesaria, exigente y urgente.

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